sábado, 9 de abril de 2016

Historia de mi caída en la heterosexualidad y posterior huída - Segunda Entrega: Identidad

Retomo a Despentes. Esa parte donde dice: "Charlar es femenino. Todo lo que no deja huella. Todo lo doméstico se vuelve a hacer cada día. No lleva nombre. Ni los grandes discursos, ni los grandes libros ni las grandes cosas. Las cosas pequeñas, las monadas. Femeninas. Pero beber: viril. Tener amigos: viril. Hacer el payaso: viril" [Teoría Kin Kong].

Y a Wittig, esa parte donde dice: "La categoría de sexo es el producto de la sociedad heterosexual que hace de la mitad de la población seres sexuales donde el sexo es una categoría de la cual las mujeres no pueden salir. Estén donde estén, hagan lo que hagan (incluyendo cuando trabajan en el sector público) ellas son vistas como (y convertidas
en) sexualmente disponibles para los hombres y ellas, senos, nalgas, vestidos, deben ser visibles. Ellas deben llevar puesta su estrella amarilla, su eterna sonrisa día y noche"[La categoría de sexo]. 


Desde que empecé a pensar en cortar todo mi pelo, en pasarme la máquina, una cosa identitaria apareció y mil partecitas y engranajes de esa enorme estructura - como un castillo vagabundo - que es la identidad, se hicieron levemente visibles. La construcción de lo salvaje, de lo "me la soba", de lo "me importa un choto" en torno a "mi" pelo, pero también la construcción de "es lo más hermoso que tenés", de "lo especial que es" = "lo especial que sos", "ojalá yo tuviera un pelo así". De esas imágenes pre-discursivas y desconectadas, saltos abruptos hacia los lugares de construcción de esa feminidad que se usa - cuando "naturalmente" no la encarnás - para encajar. Un plumífero de otra especie pintándose de amarillito para ser como los preciosos patitos del nido donde le tocó nacer. De ahí flashes de comprensión en torno a lo que pasa con esa feminidad y las prescripciones - y proscripciones - que el pensamiento heterosexual dicta para tu cuerpo feminizado o feminizable a la fuerza, con el objetivo de encajar en ese nido. 

Ejemplo: mi primer pasaje a la feminidad-para-encajar fue a los 16 años, cuando conseguí un trabajo de verano en una compañía aseguradora re pero re importante de mi pueblo. Tuve que comprarme un pantalón de vestir, una pollera - verde, espantosa - dos o tres camisas, todo en Etam... Tuve que comprarme zandalias. Tuve que peinarme. En ese lugar a determinada hora se cerraba por un rato y almorzábamos. Venía un carrito con raciones para cada unx, los empleados - todos chabones - se juntaban en algún escritorio para comer y relajar un rato. En poco tiempo yo ya estaba comiendo con ellos. Un día estábamos riendo, todxs, de algo, no sé de qué, yo me reía como me río siempre, hacía los chistes que me sale hacer, probablemente mi voz grave se escuchaba. En eso estábamos cuando se abre la puerta de la oficina del jefe del área y me llama. Cuando entro me dice que me ubique, que no puedo estar ahí haciendo eso, que no me puedo sentar ahí con todos los "hombres", que almuerce en mi escritorio. Todxs estábamos en la misma película, pero a quien llamaron al orden fue a mí, mi estrella amarilla me delataba como "mujer" y como tal, me correspondía "lo que no deja huella", ni hacer el payaso ni tener amigos, un ser, un individuo de la especie humana, un mamífero, que esté donde esté y haga lo que haga, es sexuado como "mujer" e interpretado en una serie de límites, restricciones y coerciones. Así como el mamífero clasificado como "gato" no puede subirse a la mesa. Y el mamífero clasificado como "vaca" debe ser comido, manipulado y descartado after use. Yo no podía estar en esa mesa. Mi ropa lo decía, mi camisa de Etam, mi pollera verde, mis zandalias, mi pelo lo decían

Cuando mis alumnos - siempre son varones - me preguntan por qué insisto en que la metafísica es política, digo que establecer qué es una cosa, y entender qué la funda como eso que es y no como otra cosa - tarea clásica de la metafísica - no consiste en encontrar una esencia preexistente - como pensaban los filósofos hasta hace muy poco - sino en entender qué mecanismo político se apropia de esa tarea de definir, establece la definición, borra el origen político de esa intauración de realidad y prescribe una serie de conductas, marcas corporales, destinos posibles, formas de morir y de ser dueladx u olvidadx, para los individuos que caen dentro de esa clasificación. 

Ejemplo: Individuo f - Clasificación: "mujer" (pero quién, quién lo dice, quién lo enuncia y me lo hace repetir?) - Prescripción: no reír con sus compañeros de trabajo, comer sola en su escritorio, usar una camisa blanca y una pollera verde. Peinarse. 

La metafísica es una acción política. El fundamento de la metafísica, la respuesta a la pregunta qué es la metafísica, debe ser buscada en el ámbito de lo político. Del poder. Del discurso, que es la materia del poder. Lo sabía Foucault. Lo encarnamos y lo ejercemos todxs. Los varones con nosotrxs, nosotrxs con lxs animalxs. La superioridad con la subalternidad. 

Metafísicopolítica.
Política del qué es y lucha por el definir. 
Definir y prescribir. 
Y prohibir y permitir. 
Y borrar el origen humano, demasiado humano, de esas esencias "eternas".

Ahora bien, dicho todo esto, y destruido todo esto, ¿cómo no correr hacia otra redentora y reparadora clasificación? Estar fuera de la clasificación es estar a la intemperie. Perder la tranquilizadora pertenencia a la identidad. No poder decir soy, soy, yo soy ¿Cómo no correr, entonces, una vez destruida y deconstruida la anterior, hacia otra identidad y golpear la puerta para que te dejen entrar? Ganas de ser finalmente cisne y no serpiente o iguana, que también salen de un huevo en un mundo de patitos amarillitos preciosos. ¿Cómo no ir hacia eso, pedir que te lean y te dejen entrar? ¿Cómo permanecer - ya sin pelo - en la intemperie, en lo unheimlich, lo que está fuera del hogar, de lo hospitalario, lo inhóspito? ¿Cómo no ir corriendo a otra reparadora identidad, al reconocimiento? Me queda por pensarlo. Mucho por pensar. Esta sensación de estar saliendo de una cosa y no poder entrar en otra, quedar en ese entre que es un miedo, tratar de ver y no poder ver, extender la mano para tocar las paredes y no encontrar. 


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