Primer año de la secundaria.
12 años.
Ir a un cumpleaños en una especie de club o campo.
Ver que mis compañeras no tienen esos largos, lisos y negros pelos en las piernas.
En cambio una piel sin inscripciones de ningún tipo.
Sentir una perturbación.
Que hay algo que estoy haciendo mal.
Que distinto está mal.
Seis o siete años, no sé.
Entrar corriendo a la casa de mi abuela y que me diga que en el comedor - al final de una larga casa - me espera una sorpresa.
Correr con todas mis energías.
Que la sorpresa sea una osa de peluche con un vestido de flores.
Enojarme.
No entender cómo alguien puede llamarle sorpresa a esa mierda.
Elaboro teorías acerca de mi odio a la gente, a les otres, a su estupidez o su ignorancia, al hecho de que puedan pasarla "bien" en circunstancias para mí insoportables, a que me digan "cambiá la cara".
Esta cara que porto, cuadrada, española, estas cejas espesas y negras, está nariz, estos labios, estos dientes, no se pueden cambiar. Sin embargo me lo repitieron hasta que creí que se podía y que había que. Cambiar. Cambiar la cara. Poner la cara de les otres. Ser como les otres, tan simpaticxs, tan a gusto en todo lugar.
Foto a los tres años con mi prima disfrazadas de indias en el jardín. Cara de orto fatal.
Foto a los tres años con mi prima y mi hermano, moño de payasos y nariz de payasos. Terrible cara de orto. Incomodidad. Odio.
Mi guardapolvo de jardín, rosa.
El de mi hermano, azul.
Mi color favorito, el azul.
No leí cuentos de princesas. Leí el cuento de una chica vasca que no encaja en la escuela y se enamora de un chico inglés que afronta en su cuerpo disidente las marcas de una temprana poliomielitis. "La cazadora de Indiana Jones" se llama. Edad recomendada: 12 años.
No leí cuentos de princesas. Leí la historia de una chica irlandesa - en la época feudal - cuyo novio muere de escorbuto porque el único alimento que tienen les campesines irlandeses son papas. Muere por falta de vitamina C. "Pájaro rojo de Irlanda" se llama. Edad recomendada: 12 años.
No leí cuentos de princesas. Leí un cuento de una familia vietnamita que huye de Vietam en un barco pesquero a la noche, alumbrades por la luz de las estrellas. "El viaje del Lucky Dragon" se llama.
¿De esas historias tempranas está hecha mi subjetividad? ¿está hecho mi odio a la humanidad?
¿Y cómo se enlaza eso con - una vez más y siempre - la necesidad de ser como eran les otres, de cambiar de cara?
¿Puede ser que mi odio y mi pena por la mierda que es, era y será el mundo, pintado en esos libritos infantiles, me haya hecho sufrir una temprana exclusión del mundo de la alegría y la felicidad espontánea y del pasarla bien "como los demás", y que por eso mismo se haya generado una fractura con el mundo de les otres que luego traté fervientemente de subsanar tratando de ser como ellos, cambiando mi cara y cambiando mi ontología corporal, capilar, personal, emotiva e ideológica? Puede ser.
Siempre el mundo humano me pareció una mierda.
No recuerdo momentos en que no me haya parecido así.
Excepto en los breves momentos del amor romántico con chicos que no obstante encarnaban - de otras maneras - la polio y el escorbuto. Y luego, paulatinamente y cada vez más, con amigas, amigas como yo, preciosas mujeres, preciosas lesbianas, preciosas tortas, maestras mías, de mi misma especie, de mi misma soledad, de mi misma melancolía y de mi mismo odio. Algunas más, otras menos, pero esa marca del escorbuto grabada en sus saberes y en sus miradas y en sus modos de pensar, de pensarse y de pensarnos.
La marca que yo también portaba y que es factor de reconocimiento.
Van apareciendo escenas.
Una del heteromacho con el que se casó mi madre, abandonando a nuestra perra Pirula en la ruta porque iba a tener cachorros. Entender sin lenguaje que animales y niñes sufríamos parecida violencia machista. Sufríamos sus decisiones unilaterales e inapelables. Odio al macho patriarca. Odio al monopolio de la decisión. La decisión que dice esta perra no y que también dice esa cara no. Horror a reproducirme y que otras personas sean obligadas a vivir una vida.
Odio, mi yo, mi ser, mi ontología.
Odio, el todo.
Odio, el ser y la nada.
Odio, el ser y el tiempo.
Odio, el Uno y el movimiento.
Odio, el primer principio y la primera causa.
Odio, motor inmóvil.
Odio.
Yo odio y odié.
Odio que mueve como el amor.
No hay una filosofía de eso.
Voy a escribirla.
uauuuuuuuu chabala.
ResponderEliminardon`t stop.
la filosofía del martillo, ésta vez, neumático.
ailaviu sou mach