sábado, 21 de diciembre de 2013

Hay dos cosas que me gustan: la literatura japonesa del siglo XX y lxs suicidas

En algún punto de todo esto me mudé - otra vez -, 
me encontré con murakami, 
de ahí con mishima - kawabata, akutagawa vendrán después -
de ahí con el harakiri, 
o más bien, 
el seppuku - una diferencia que los occidentales no podemos percibir, no importa.

pasa de esta manera: Mishima tiene 45 años, digamos que intenta tomar un regimiento, pero no para hacerse con las armas, no para enarbolar fálicos símbolos - o sí - sino para hablar con los soldados, para dar un discurso - el logofalocentrismo. 

falla.

tal vez todo eso no sea más que una excusa para tener una muerte heroica. 
las vidas más insignes pueden terminar de la manera más anodina. 

la de él no. 

Mishima vuelve a algún lugar y ejecuta el seppuku, la muerte ritual japonesa, el harakiri. Se abre el vientre e inmediatamente después el bueno de Morita, su amante, lo decapita con una katana de esas que aparecen en Kill Bill. 

hay otro verdugo para Morita. 
ruedan tal vez las dos cabezas. 

Mishima empezó a entrenarse cuando tenía 30 años .

de manera demencial, así:





hay algo del orden de la belleza física que los griegos ya habían entendido y yo entiendo 
ahora, 

pero que Mishima, y sin duda Morita, entendían perfecto: la piel tendida sobre el músculo 
tenso y en la cima de la perfección de la especie son al deseo sexual, 

lo que los países petroleros a la administración norteamericana: un disparador de violencia y codicia.





probablemente Mishima y Morita cogieron por última vez antes de salir para el regimiento. coger seguros de la muerte. fue en noviembre, así que hacía frío.



 

veo los músculos perfectos de Mishima, la punta de su verga perderse en el culo de Morita, los testículos de Mishima aplastarse contra el culo de Morita, hasta descargar en él su semen, su odio, su ira, su frustración, su muerte honorífica, su miedo y su fascinación por los rituales samurai. y después veo el semen rodar por el muslo de Morita, mientras dirige su pija a la boca de ese dios oriental que a esta altura del entrenamiento es Mishima. 







o puede que haya sido al revés. 
no importa tanto. 






lo que importa es que todavía no te fuiste de manera, digamos, propiamente dicha - apenas te fuiste de casa, no de la ciudad - y ya tu cuerpo se me aparecen en la lectura y en las búsquedas de google y obviamente en el jisei no ku de Mishima- el último poema, el poema de despedida, que compone quien va a morir hundiéndose la daga:




una leve tormenta nocturna
me ha dicho:
"caer es la esencia de la flor".
después llegaron los cobardes.

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