lunes, 6 de junio de 2016

F.G.L.

Y entonces la primera vez que amanece en mi casa
(era mi cumpleaños y era el cumpleaños de Federico)
me deja un papelito
escrito a mano
donde dice:

¡Dejo el duro marfil de mi cabeza
apiádate de mí, rompe mi duelo!
que soy amor, que soy naturaleza
                                           F.G.L

y entonces la tercera o cuarta vez que vuelvo de su casa
busco y encuentro
unos Sonetos del amor oscuro
donde Federico dice:

¡Ay voz secreta del amor oscuro!
¡ay balido sin lanas! ¡ay herida!
¡ay aguja de hiel, camelia hundida!
¡ay corriente sin mar, ciudad sin muro!

¡Ay noche inmensa de perfil seguro,
montaña celestial de angustia erguida!
¡Ay perro en corazón, voz perseguida,
silencio sin confín, lirio maduro!

Huye de mí, caliente voz de hielo,
no me quieras perder en la maleza
donde sin fruto gimen carne y cielo.

¡Deja el duro marfil de mi cabeza,
apiádate de mí, rompe mi duelo!
¡que soy amor, que soy naturaleza! 



y entonces yo,
que sólo creo en el dios de las palabras
leo voz secreta del amor oscuro,
leo voz perseguida 
leo balido sin lanas
herida
aguja de hiel
camelia hundida
corriente sin mar
ciudad sin muro
caliente voz de hielo

y leo huye de mí

y leo no me quieras perder en la maleza

(pero yo sí quiero perderme en la maleza
yo sí quiero escuchar carne y cielo gemir sin fruto )

y leo rompe mi duelo


y ahí me detengo
en esas tres palabras 

y agarro el hilito del sentido
y me ato al mástil de mi nave
para no sucumbir ante la belleza
de él,
y de ella,
pero es difícil.

Difícil.

Cuando a la mañana siguiente me muestra los mocos en su pañuelo
y me invita a tomar leche materna
me doy cuenta que mi nave va derechito a las sirenas
y que me voy a ahogar

y que quiero ahogarme.

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